27.12.06

El Ayuntamiento de 1979, un encuentro con la realidad. Conferencia de Julio Anguita


Conferencia de Julio Anguita en la transformación Komomaki de Hisae Yanase, -Invierno- para El Patio del Colegio de Arquitectos. Foto Fernando Sendra

El Ayuntamiento de 1979, un encuentro con la realidad.

Colegio de Arquitectos - Comisariado por Miguel Gómez Losada
(20 de Diciembre del 2007)

"Señor Decano del Colegio Oficial de Arquitectos; señoras y señores.
Expreso mi agradecimiento al Colegio por la invitación a disertar brevemente en este acontecimiento. Y tras mis palabras de reconocimiento vayan las siguientes para explicar las razones de mi intervención, muy gustosa, en el mismo.

Hace meses y a través de unas amistades, fui requerido por Miguel Gómez Losada para participar en lo que él denominó una experiencia artística en el Patio que nos acoge. El protagonismo de Hisae Yanase en las actividades de esta noche era para mí un reclamo y una tentación para compartir con ella y con su arte la experiencia gratificante que nos convoca; nos conocemos hace décadas. Pero me resistí, porque no entendía, y confieso que todavía no lo tengo claro, cuál era mi papel y qué supuestos méritos o títulos encontraba en mi persona para seguir insistiendo en la petición.
Mi vida sigue girando en torno a dos dedicaciones: la Docencia y la Política, que rectamente entendidas no son en absoluto antitéticas. Y al llegar a este punto de mi argumentación que quería ser disuasoria, Miguel manifestó que precisamente por esas dos condiciones que en mí concurrían, insistía en la demanda; y aún más, subrayó que había visto, oído y leído entrevistas en las que desde la Política me acercaba a otros campos y manifestaba la interconexión que existe entre todos los saberes, actividades y pensamientos del ser humano. Pero lo que constituyó el argumento máximo para mi claudicación fue la evocación de una afirmación mía hecha en los años noventa: "La creación no es patrimonio exclusivo del Arte, también existe en otros ámbitos de la práctica humana; y entre ellos la Política". En nombre de mis palabras me exigía, casi, la coherencia y la consecuencia con las mismas.
La idea de hacer girar el acto de esta noche en torno al patio me pareció más que afortunada. Hacer recaer el protagonismo sobre un elemento doméstico que ha representado la expresión más acabada de la relación entre los habitantes de la casa, no es sólo una manifestación de nostalgia sino una reivindicación cultural de carácter superior para humanizar tanto a personas como a grupos. El patio como abertura y apertura a los cielos para extasiarse, para inquirir respuestas o para anonadarse en sus silencios. El patio como acomodo e invitación a despojarse de las barreras talladas a lo largo de los días. El patio como ámbito de esa cultura superior que vive y se desarrolla a través de la reflexión dialogada.
En mi vida ha habido muchos patios, me han acompañado en la niñez de Cañero Viejo, en la Magdalena y en otros lugares de Córdoba. Seducido por esta atmósfera de acercamiento a la complicidad y a las confesiones a las que el patio induce, quiero reconocer esta noche que muchos, muchísimos de los debates, discusiones y proyectos de aquel Ayuntamiento de 1979-1983 se tejieron en las tardes del patio del viejo caserón de Pedro López o en el de La Posada del Potro, cuando políticos y técnicos quedábamos solos para hablar sin los corsés institucionales, en el regazo del atrio pleno de serenidades lúcidas.


La Filosofía clásica (no antigua ni vieja) se desplegaba en tres universos del saber: la Física, la Lógica y la Ética; y dentro de esta última, formando parte fundamental de la misma, incluía a la Política. Todo un haz de sugerencias, análisis, constataciones, indignaciones e imprecaciones nos produce esta clasificación magistral hecha en la cuna del pensamiento occidental. La Política bebe de la Filosofía porque las grandes apuestas ideológicas no son sino cosmovisiones y la consecuente apuesta por ajustarlas con la realidad. La Política quedaría relegada a una simple práctica de nigromantes, hechiceros y augures si no se anclase en las Ciencias (todas, las Físicas, las Exactas y las Sociales) y sus contenidos permanentemente actualizados. La Política necesita de los conocimientos de la Economía y sus mecanismos de funcionamiento sabiendo que es una Ciencia instrumental al servicio de un proyecto y nunca un fin en sí misma; alguien dijo con gran acierto que no hay nada más político que la Economía. La Política debe estar al servicio del ser humano personal y colectivamente considerado; no pueden serle ajenas las creaciones humanas de todo tipo: artísticas, sociales, culturales, religiosas, etc. Pero además, y desde la opción ideológico-política que me alienta, la Política es la ciencia y el arte de la transformación social en la plenitud de las tres generaciones de DDHH; la Modernidad.

Y al hablar de transformación entramos en el terreno ajustado, incierto, inacabado y alienante a veces de la creación artística. El artista y el político (considerados como arquetipos de sus mundos) conciben desde los datos que la realidad, a través de los sentidos, le proporciona. Pero la mediación de los sentidos no es la única; están las culturales, las sociales, las axiológicas y fundamentalmente la entidad de los materiales con los que la creación se verá plasmada. Situar los datos después de pasar las aduanas de manera que se produzca el parto de la creación es el primer y oneroso precio a pagar. La idea, el proyecto, la creación mental debe incardinarse en lo real concreto y allí deben pagarse más peajes, más conflictos y también más dolor. Y no hay un concluir, al menos en Política; la permanente insatisfacción acompaña siempre.

No existiría el Arte ni tampoco la Política sin que exista la Comunicación; y además una comunicación interactiva. La Realidad de la obra de Arte o de la obra política es siempre una síntesis entre la objetividad y la subjetividad; las cosas son como son pero también cómo son pensadas, representadas y vividas. Hago mías las palabras de Antonio Gramsci al definir la creación política como "una propuesta de fantasía concreta que ilusiona, impulsa a participar y co-crear a un pueblo sin pulso, ideas, sentimientos y valores".


Lo anteriormente expuesto no es sino una ligera explicación introductoria para mejor sintonizar con los contenidos del final de mi intervención que fue pactada breve. El 19 de Abril de 1979 la inmensa mayoría de los y las ediles electos conformaron la primera Corporación democrática tras el franquismo. La inmensa mayoría de nosotros estábamos sobrados de ilusión, deseos de trabajar, voluntad de ejercer con dignidad pero también de miedo y de una supina ignorancia. La primera lección recibida ha sido asimilada con el transcurso del tiempo; pero en la inmediatez de aquellos momentos quedó como una constatación empírica sin más reflexiones vinculantes. Puede formularse así "Toda dictadura genera una oposición que es directamente proporcional en simplismo al que ella representa, ejerce y eleva a categoría política".


El Ayuntamiento, tenido como una máquina omnímoda de poder, discrecionalidad administrativa y capacidad de actuar sin límites se nos aparecía como una desvencijada tartana más allá de las intenciones y aciertos de quienes en otros tiempos la administraron. Ni había dinero, ni Hacienda Municipal acorde con los tiempos, ni infraestructuras ni legalidad concordante con la Constitución. El Consistorio sentía sobre sí el peso tremendo de dos expectativas cada vez más acuciantes: la de la población y la del funcionariado. La formación de un Gobierno Municipal de Concentración (pionero en España) no sólo se debió al espíritu de construcción que nos animaba sino también al agavillamiento de soledades y temores que diría Don Enrique Tierno Galván.

El profesor Arnold Toynbee ( 1899-1975) con una avenida a su nombre en nuestra ciudad y la cual denominó como Ciudad Universal de Destino escribió en su famoso Estudio de la Historia que la Humanidad y sus civilizaciones avanzan o mueren según acepten o no los retos que el desarrollo histórico les plantea. En esos primeros meses de las nuevas corporaciones se cumplió milimétricamente la teoría de Toynbee.


Asumir el reto fue incardinar la acción municipal en la acción mancomunada de aquella Asamblea de Veinte Alcaldes que arrancaron recursos, leyes y ayudas a los gobiernos de entonces tanto los de Suárez como los de González. Asumir el reto fue lanzarse a una tarea explicativa a la ciudadanía como no había precedentes ni tampoco posteriores desarrollos. Asumir el reto fue saber aguantar hasta tener sobre la ciudad una serie de prioridades en torno a ella: La herida de la Estación de RENFE, la herida de un río a espaldas de la ciudad, las incipientes urbanizaciones clandestinas, las carencias de alcantarillado, agua potable y asfalto en las barriadas periféricas (unos 60.000 habitantes) y la degradación galopante del casco urbano.

No faltaron errores, dificultades, obstáculos de las distintas administraciones y crisis internas en la Corporación. Se apostó por lo público: Aucorsa, Vimcorsa, Sadeco, Emacsa (que ya existía) y se vivió con la sensación de que cada día renovaba la necesidad de crear respuestas, reformar funcionamientos, dignificar la institución como sede y casa de la ciudadanía y dotar de carácter ejemplarizante a la acción de gobierno. Aprendimos con la angustia de quien cada día debe examinarse ante un tribunal riguroso; adquirimos una experiencia que fue fundamental para ulteriores responsabilidades políticas y comprobamos que el realismo no es claudicar ante lo existente sino crear un proyecto desde las entrañas mismas de la realidad. En su día y en la sede parlamentaria del Congreso de los Diputados tuve la ocasión de sintetizar en una frase lo que había sido el nervio de aquella primera Corporación y sus sucesivos Gobiernos Municipales: La transformación comienza cuando en los Presupuestos Generales del Estado se entierra el alma inmortal de Don Quijote.

Estas palabras mías no pretenden en absoluto hacer buenas aquellas otras de Jorge Manrique (1440-1479) porque nunca he creído que cualquier tiempo pasado fue mejor. Pero sí hay en ellas los contenidos de una herencia y una experiencia que el tiempo ha ido decantando, depurando y perfilando. En la Política como en el Arte no se asumen nunca las cosas como son. Hay una previa actitud de criticismo permanente, de perfeccionamiento continuo y de rebeldía contenida tal y como dice aquello de fortiter in re suaviter in modo (fuerte en los hechos, suave en los modos, y en las palabras añado por mi parte). Quiero decir que lo llamado políticamente correcto es a la Política lo que una flor de estufa es a un patio cordobés.

La pasión es más fuerte, más encendida y más creadora cuando sabe adornarse con las prendas y galas que la serenidad del patio ofrece. Idear es emular al volcán, crear y realizar es seguir el ritmo rumoroso y armónico de las aguas que fertilizan. Gracias."